Ciencia Uruguaya

“Cuando los chanchitos vuelan” (UruguaySub200): un pepino de mar a 2.340 metros de profundidad.

Un video del Schmidt Ocean Institute muestra un Scotoplanes -los llamados “chanchitos” marinos- a 2.340 metros, durante la expedición a bordo del R/V Falkor (too). La misión UruguaySub200, subraya la riqueza poco conocida del fondo y la necesidad de proteger la biodiversidad profunda.

Un registro difundido por el Schmidt Ocean Institute hace pocas horas, captó a un Scotoplanes -un pepino de mar conocido coloquialmente como “sea pig” o “chanchito”- moviéndose sobre el fondo marino a 2.340 metros de profundidad durante una inmersión del vehículo operado a distancia ROV SuBastian, desplegado desde el R/V Falkor (too) en el marco de la expedición UruguaySub200.

En las redes sociales del instituto, la leyenda resumía con simpatía la escena: “When chanchitos fly, it happens 2,340 meters deep in the ocean”.

Los Scotoplanes pertenecen a la familia Elpidiidae y al género Scotoplanes; son pepinos de mar adaptados a la vida en aguas abisales, caracterizados por su cuerpo globoso y por piernas tubulares que les permiten “caminar” sobre sedimentos profundos.

Estas criaturas se han observado en distintos rincones del fondo oceánico y suelen aparecer en imágenes de inmersiones profundas por su aspecto inusual.

La campaña UruguaySub200, impulsada por Schmidt Ocean Institute en conjunto con la Universidad de la República, busca mapear y documentar comunidades bentónicas en aguas frente a Uruguay y zonas vecinas, utilizando el ROV SuBastian para tomar videos, fotografías y muestras que permitan investigar la biodiversidad, la ecología de los hábitats y posibles impactos humanos.

Los responsables de la expedición han destacado la importancia de estas observaciones para comprender las redes tróficas profundas, las relaciones de cooperación entre especies y para fundamentar medidas de conservación marina.

¿Por qué es relevante este tipo de registros?

Primero, porque la fauna de aguas profundas sigue siendo en gran parte desconocida: cada inmersión puede revelar comportamientos, asociaciones ecológicas o incluso especies no descritas.

Segundo, porque el material audiovisual y las muestras obtienen evidencias concretas que alimentan estudios sobre distribución, genética y adaptaciones al medio abisal.

Finalmente, estos hallazgos ayudan a poner en la agenda pública la necesidad de proteger ecosistemas frágiles que pueden verse amenazados por actividades humanas como la pesca de gran profundidad, la minería de fondo marino o la contaminación.

El video y las publicaciones asociadas también dan cuenta del potencial divulgativo de la ciencia oceánica: imágenes llamativas como la del “chanchito” facilitan la conexión entre la comunidad científica y el público general, promoviendo conciencia sobre la biodiversidad que habita por debajo del nivel de la luz solar.