Energía

Uruguay se consolida como exportador de energía renovable y encara nuevos desafíos.

Uruguay se posiciona como exportador neto de energía eléctrica renovable a Brasil y Argentina, con más de 1.300 millones de dólares generados en la última década. Sin embargo, el crecimiento de la demanda y proyectos como data centers e hidrógeno verde obligan a planificar nuevas inversiones.

Uruguay consolidó en los últimos años un rol estratégico como exportador de energía eléctrica renovable hacia Brasil y Argentina. El cambio se produjo a partir de la culminación de la primera transición energética, que permitió alcanzar que el 99% de la electricidad generada provenga de fuentes renovables, según datos de Uruguay XXI.

Entre 2016 y el tercer trimestre de 2025, las exportaciones de energía ascendieron a 1.324 millones de dólares, un promedio anual de 130 millones. Se trata de cifras comparables a sectores tradicionales como el trigo, los aceites o la margarina. Para el vicepresidente de la Asociación Uruguaya de Energías Renovables (Auder), Marcelo Mula, este cambio “transformó a Uruguay de demandante a proveedor energético de sus vecinos”.

El comportamiento exportador ha estado condicionado por factores climáticos y coyunturales. Brasil concentró el 55% de las compras y Argentina el 45%. Las sequías fueron determinantes: en 2021, la crisis hídrica brasileña impulsó adquisiciones por 435 millones de dólares. De forma inversa, en 2019 fue Argentina quien absorbió el 69% de la energía exportada debido a su propia sequía y a su déficit estructural de generación.

La matriz eléctrica uruguaya depende casi exclusivamente del viento, el sol y el agua, lo que redujo la importación de combustibles fósiles y fortaleció la autonomía energética. Sin embargo, los especialistas advierten que este modelo enfrenta una nueva etapa. “El sistema actual funciona, pero para sostenerlo hay que acompañar el crecimiento de la demanda con inversiones”, señaló Mula. Proyectos de gran consumo energético como data centers, industrias vinculadas al hidrógeno verde y mayor movilidad eléctrica requieren planificar capacidad adicional.

Este escenario marca el inicio de una segunda transición energética, centrada en la descarbonización de otras matrices -como el transporte y la industria- y en la expansión de infraestructura. En ese contexto, vuelven a plantearse debates estratégicos como la posible integración de UTE y Ancap en un único ente energético.