CAMBIOS NECESARIOS
El desafío de la adopción en Uruguay: la historia de Itzae y la lucha de las familias de acogida.
Un relato que pone en el centro del debate el sistema de protección infantil y el impacto emocional de los vínculos en el programa de Familia Amiga.
La historia de Itzae ha conmovido a la opinión pública uruguaya al visibilizar las complejidades del sistema de adopciones y acogimiento.
La pequeña, que ha debido enfrentar la separación de figuras maternas en dos ocasiones, se convirtió en el eje de un relato que expone las tensiones entre los tiempos legales de la justicia y las necesidades afectivas de los menores en situación de vulnerabilidad.
El caso pone foco en el programa de Familia Amiga, una iniciativa que busca evitar la institucionalización de niños y bebés en dependencias del INAU, permitiéndoles crecer en un entorno familiar de forma transitoria.
Sin embargo, la experiencia de Itzae resalta el vacío emocional que se genera cuando los plazos de acogida se extienden y se crean vínculos profundos que, por normativa, deben romperse al momento de concretarse la adopción definitiva.
La familia que acogió a Itzae compartió los desafíos diarios de cuidar a una bebé bajo la premisa de la "transitoriedad", un equilibrio difícil de sostener cuando el cuidado implica una entrega total.
El relato funciona como un manual de resiliencia, describiendo desde los cambios de rutina hasta la preparación psicológica necesaria para el momento de la entrega, un proceso que a menudo deja cicatrices tanto en los cuidadores como en los niños.
Este testimonio ha reabierto el debate sobre la necesidad de agilizar los procesos judiciales en Uruguay y revisar cómo se gestionan los desapegos.
Mientras las autoridades defienden la importancia de separar claramente el acogimiento de la adopción para garantizar la transparencia del sistema, diversas organizaciones civiles reclaman una mirada más humanizada que priorice, ante todo, el bienestar psicológico y la estabilidad de los menores involucrados.
El relato.
Itzaé nació en circunstancias complicadas: sin controles prenatales, con su madre biológica con problemas de adicción y sin visitas familiares iniciales. Tras permanecer un mes bajo la custodia del hospital y la Fundación Canguro, el INAU dictaminó que no existían referentes familiares protectores y la bebé fue entregada a una familia inscrita en el Registro Único de Adoptantes.
La nueva mamá adoptiva la crió durante ocho meses, tiempo en el cual Itzaé desarrolló vínculos afectivos claros con ella. Sin embargo, surgieron reclamaciones de su tío biológico, quien ya tenía bajo su cuidado a dos de los hermanos de la niña y manifestaba su intención de asumir la tenencia.
El caso pasó por largos intercambios entre la jueza de Familia, el INAU y los equipos técnicos, en medio de informes contradictorios sobre la existencia de familia extensa con capacidad de cuidado. Finalmente, un tribunal de apelaciones concluyó que la bebé debía regresar con su familia biológica, al considerar que la resolución original que la había dado en adopción fue “prematura y desajustada a derecho” y que se violó el orden preferencial establecido por la normativa vigente.
El fallo judicial argumentó que Itzaé tiene derecho a crecer junto a sus hermanos y en el seno de su familia de origen, restableciendo su identidad y pertenencia familiar, aun cuando su vínculo afectivo con la madre adoptiva fuera fuerte.
Fuente: El Observador