SALUD MENTAL
¿Se puede dejar de ser infiel?: El Psic. Rubén Gonzalez responde.
En su columna habitual, el referente en salud mental y análisis de las relaciones humanas, visitó este martes "La Mañana en Cadena" para abordar una pregunta de fondo en muchas parejas: si una persona que ha sido infiel durante gran parte de su vida puede cambiar y construir una relación monógama estable.
La conversación se inició con una duda existencial planteada desde el estudio: ¿puede alguien, por naturaleza o por costumbre, cambiar un patrón de infidelidad arraigado? Para González, no se trata de una cuestión de “naturaleza”, sino de construcción personal.
“Yo creo que la infidelidad depende de muchos factores: la crianza, el modelo de relación entre los padres, la forma en que se vivió el vínculo entre hombres y mujeres en la infancia”, explicó. “No es algo innato, sino multifactorial”.
El profesional distinguió entre dos tipos: la eventual, producto de una crisis o distanciamiento en la pareja, y la consuetudinaria, aquella que se repite como un patrón de vida: “Cuando es compulsiva, muchas veces refleja un problema más profundo: falta de profundidad en la relación, inseguridad, necesidad de validación o un goce en la conquista más que en el vínculo”, señaló.
“Hay personas que no buscan el sexo, sino la adrenalina del acercamiento, el desafío de seducir. Y cuando esa etapa de enamoramiento pasa, cortan y buscan otra”, agregó.
Gonzalez destacó que, con el tiempo, la maduración personal puede abrir espacio al cambio: “He visto hombres y mujeres que fueron mujeriegos o poliamorosos durante años y que, en un momento, se estabilizan. No necesariamente por edad, sino porque se enfrentan al vacío que deja esa vida: tener cientos de relaciones, pero no haber profundizado con nadie”, dijo.
Sin embargo, el psicólogo fue claro: no todos cambian: “Hay quienes no tienen empatía, no miden las consecuencias y actúan por impulso. Primero sienten, actúan, y después, si acaso, piensan. Eso es peligroso, porque lastiman a quienes los rodean sin importarles”, advirtió. “En esos casos, lo más honesto sería no comprometerse, vivir soltero y no generar falsas expectativas”, sostuvo.
Para González, la clave está en el pensamiento reflexivo y en el desarrollo del control emocional: “Si la emoción domina, uno actúa sin límites. Si el pensamiento interviene, puede elegir. Y esa capacidad de elegir es lo que permite el cambio”.
También abordó las relaciones abiertas como una alternativa válida, siempre que haya un acuerdo claro y consensuado: “No se trata de infidelidad si ambos saben y aceptan. El problema es cuando se viola un contrato implícito de fidelidad. Ahí se rompe la confianza, y eso es muy difícil de recomponer”.
Finalmente, el psicólogo reconoció que la terapia puede ayudar, pero no garantiza el cambio: “Sirve para estimular la reflexión, para que la persona entienda de dónde viene su conducta. Pero depende de ella. Algunos mejoran, otros no. Lo importante es no justificar el daño con excusas como ‘así soy yo’”.
La columna cerró con un mensaje contundente: “La infidelidad no es un instinto incontrolable. Es una elección. Y como tal, puede ser cuestionada, trabajada y, en muchos casos, superada. Pero solo si uno quiere”.